miércoles, 9 de mayo de 2007

Destino


La primera vez que un hueso es forzado, resiste, pero conforme se va forzando más y más, el hueso va cediendo. Es natural que el cuerpo se canse y desista, existe un punto en el cual resistir ya no es una opción. Lo mismo sucede con el corazón; cada palpitar es una resistencia a la muerte, llega un punto donde el corazón ya no puede más, cede, y el cuerpo muere. También sucede esto con la mente, existe un número de neuronas funcionales y cada una tiene una capacidad, cuando son forzadas a más y no pueden, se quedan estupefactas. Así como el cuerpo tiene ciertas características, también el espíritu y el alma. Crecemos con ciertos ideales y con ciertas creencias, y estamos acostumbrados a eso como un hueso esta acostumbrado a ciertos ejercicios. Pero llega un momento en el cual después de forzarnos constantemente, nos quebramos.

La primera vez que dije no, fue fácil, pero de allí en adelante, decir no, se volvió cada vez más difícil. Talvez deje de decir que no porque ya no creía que decir no fuese lo correcto. Conforme vamos creciendo poco a poco vamos cediendo a lo que es “normal para la sociedad”. Pero hay un momento, usualmente por la noche, en el que perdemos las defensas de la sociedad y regresamos a ser las personas vulnerables que en realidad somos. Es en ese momento en el que nos quebramos y lloramos. Lloramos al ver el pasado, y darnos cuenta de varias cosas.

Acostados viendo directamente a los ojos del vacío, nos damos cuenta que Dios existe, a pesar de lo que el mundo dice. Nos damos cuenta que Dios existe, porque de noche nos sentimos pequeños, insignificantes, un mota. Sintiéndonos así de pequeños, dejamos de dudar de la existencia de Dios, ¿cómo es posible sentirme tan pequeño, debe de haber algo grande con el cual compararme?
Luego de compararnos con la eternidad de la grandeza inexistente, nos damos cuenta que estamos solos. A pesar de que exista un ser superior llamado Dios, estamos solos. No importando aún si en ese momento estemos durmiendo con alguien. Mi madre siempre dice que somos estrellas fugaces, de vez en cuando viajamos con otra estrella pero es sólo por episodios momentáneos. Comenzamos a incomodarnos, damos algunas vueltas en la cama y tratamos de dormir. Tal vez algunos lo logran, otros no. Los que no lo logran, están obligados a seguir pensando en su insignificancia.

El siguiente pensamiento que pasa por la mente es: ¿qué voy a hacer para no pasar a la historia como algo más insignificante que una coma? Es en este momento cuando vienen las ideas de grandeza. Aquí es cuando nos atrevemos a soñar, a imaginar que podríamos hacer para pasar a ser alguien importante y recordado. Esto antes era mucho más fácil de lograr, ahora ya toda la tierra ha sido descubierta y conquistada y todos los inventos ya han sido inventados. Pero algunos logran conciliar el sueño con estos sueños de grandeza, aforrándose a un amor platónico.

A los que los demonios del insomnio y el temor sostienen sus párpados y no logran cerrarlos y soñar, viene la realidad. Todos aquellos sueños de grandeza, que hicieron que sostuviera el aliento por unos segundos, son irreales. Nos damos cuenta que un solo hombre no puede cambiar el mundo, lo único que un solo hombre puede hacer, es inspirar a muchos. Nos damos cuenta que aunque no podamos cambiar el mundo, podríamos ser ese agente de cambio. Pero, nos damos cuenta que para llegar a ser eso, tenemos que hacer grandes sacrificios que no estamos dispuestos a hacer hoy, talvez mañana, y logramos dormir.

Toda herida sana, y la piel genera una cicatriz, la cual es como un callo en la piel, para que la próxima vez, sea más difícil cortarla. Todo hueso quebrado se puede reparar, y el cuerpo genera una especie de callosidad sobre la quebradura para que no sea tan frágil y resista más la siguiente vez. El humano logra dormir más rápido cada noche, y aunque nunca pierde su vulnerabilidad, pierde el interés de seguir buscando soluciones, genera un tipo de proteccionismo al igual que los huesos, al igual que la piel.

Es cierto, estamos solos, y comparados al todo, nosotros somos nada. ¿Quién sabe, talvez exista o no un ser supremo? Talvez el mundo ya fue descubierto y los inventos ahora simplemente son sólo adaptados, talvez. Pero el punto esta en el darse la vuelta y decidir ignorar el problema, el cerrar los ojos para no ver la realidad, “…en un determinado momento de nuestra existencia, perdemos el control de nuestras vidas, y ellas pasan a ser gobernadas por el destino. Ésta es la mayor mentira del mundo” (Paulo Coelho). Yo tengo la capacidad de escoger mi propio destino, sea cual sea, soy yo quien decido. Me rehúso a creer que las normas de una sociedad mediocre, perezosa y haragana, gobiernan mi vida, rehúso a creer que yo no tengo las riendas de mi destino, y es por eso que creo que aunque no vaya cambiar el mundo, voy a cambiar el destino que la sociedad tenía establecido para mí.

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